Ayer murió José Milicua, con 92 años, superando en pocos meses la edad que alcanzó Picasso; y como Picasso, convirtió el «mirar» en su gran pasión. Su vida adulta transcurrió entera alrededor del arte. Historia del arte era la materia que enseñó a numerosas promociones de universitarios barceloneses, muchos de los cuales recuerdan vivamente esa experiencia, asombrados y agradecidos. Obras de arte eran los objetos de los que gustó rodearse, lo que le convirtió en un pequeño y selectivo coleccionista. Museos de arte eran las instituciones con las que más estrechamente se vinculó en las últimas décadas de su vida, cuando participó muy activamente en el devenir del Museo de Bellas Artes de Bilbao o en el patronato del Museo del Prado.
Como historiador del arte, José Milicua se distinguió por su perfil internacional, que le llevó a colaborar con Roberto Longhi y a integrarse en la redacción de la revista «Paragone» en una época (años 50) en que eran raras este tipo de conexiones entre los profesionales españoles. Con Longhi compartía la fe en la necesidad de apurar los instrumentos que permiten avanzar en una mejor clasificación y valoración de la pintura antigua. Y compartía también con él una concepción del cuadro como algo más allá de formas, colores o características estilísticas. Pocos historiadores españoles de su generación se han mostrado tan conscientes del componente narrativo de las obras de arte, y tan capacitados para analizarlo. Para él, estilo y narración eran conceptos inseparables
http://www.abc.es/cultura/arte/20130521/abci-milicua-201305211801.html
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